sábado, 23 de agosto de 2008

Las dos historias

Una historia más.

Contiene en ella muchas cosas.

Hay nombres: China, Favio Anze...Hay anónimos: una beba, una chica de 13 años...

Hay hechos, hay preguntas, hay dolor, hay angustia, hay amor, hay vida...

Hay historia y hay otra historia.

Me gusta eso de que cuando algo nos deja sin palabras es necesario que algo siga siendo dicho...

Esta historia me dejó sin palabras.

Ese bebé y esa mamá, necesitan que algo sea dicho, que algo sea pensado sobre la historia y sobre la otra historia...

Por eso va esta nota de Mariana Carvajal que me ayudó a encontrar palabras.


La otra historia

Por Mariana Carbajal

La historia de China, la perra que salvó a una beba abandonada, dio la vuelta al mundo. Es una de esas curiosidades que apasionan a ciertos medios.

En segundo plano, sin embargo, quedó la historia de otro abandono, el de la niña de 13 años que dio a luz la criatura.

Muchos se horrorizan por su actitud, pocos por su vida, corta: apenas 13 años y tanto drama. Se presume que parió solita, en la casilla en la que vive, sin la asistencia de un médico. Ni siquiera tuvo controles durante el embarazo, determinaron los profesionales que ahora la atienden en el Hospital Alejandro Korn, a 15 kilómetros del centro de La Plata. Por su edad y el desenlace, se puede sospechar que la gestación pudo ser producto de un abuso sexual. Y si la relación fue consentida, se puede presumir que en ningún momento la niña planificó la concepción del bebé, pero tampoco tuvo posibilidades de evitarla.

Su madre, la abuela del varoncito, ya dijo que se hará cargo de su crianza: tiene poco más de 30 años. También ella fue madre adolescente.

La de la niña es una historia que suma abandonos. Vive en un barrio de la provincia de Buenos Aires donde la pobreza abruma. De educación sexual integral en las escuelas públicas -si es que puede asistir- todavía no se habla. Los anticonceptivos en los centros de salud y en los hospitales bonaerenses escasean: la Nación no manda, la provincia no compra. Y es frecuente que a las jovencitas les pongan trabas en los servicios de salud sexual y reproductiva oficiales para que puedan recibir consejería y métodos, salvo contadas excepciones.

El director del Hospital Alejandro Korn, Egidio Melía, llegó a decir que "el instinto maternal de la perra fue más fuerte que el instinto maternal de la madre", refiriéndose a la niña. ¿Quién puede sostener que el instinto maternal existe? No hay pruebas.

Al tema lo estudió ampliamente Elizabeth Badinter. En su libro ¿Existe el amor maternal? (Paidós-Pomaire, 1981), la socióloga francesa escribió: "El amor maternal es sólo un sentimiento humano. Y es, como todo sentimiento, incierto, frágil e imperfecto. Contrariamente a las ideas que hemos recibido, tal vez no esté profundamente inscripto en la naturaleza femenina. Si observamos la evolución de las actitudes maternales, comprobamos que el interés y la dedicación al niño se manifiestan o no. La ternura existe o no. Las diferentes maneras de expresar el amor maternal van del más al menos, pasando por nada o casi nada".

No miremos sólo la historia de China. Detrás de la heroína canina, hay otra historia que merece más atención.

Y ahí va la historia:

www.clarin.com/diario/2008/08/22/sociedad/s-01743277.htm

lunes, 11 de agosto de 2008

¿Por qué la poesía?

La inseguridad, la incertidumbre, la desconfianza, son acaso nuestras únicas verdades. Hay que aferrarse a ellas. No sabemos si el sol ha de salir mañana como ha salido hoy, ni en caso de que salga si saldrá por el mismo sitio, porque en verdad tampoco podemos precisar ese sitio con exactitud astronómica, suponiendo que exista un sitio por donde el sol haya salido alguna vez. En último caso, aunque penséis que estas dudas son, de puro racionales, pura pedantería, siempre admitiréis que podamos dudar de que el sol salga mañana para nosotros. La inseguridad es nuestra madre; nuestra musa es la desconfianza. Si damos en poetas es porque, convencidos de esto, pensamos que hay algo que va con nosotros digno de cantarse. O si os place, mejor, porque sabemos qué males queremos espantar con nuestros cantos.

De "Juan de Mairena II", de Antonio Machado.